Platillo favorito & Paraíso Revoloteante
Platillo favorito
Un alfanje básico cruza lentamente por la cáscara amarilla del inerme plátano. Triste y melancólico observa, está a punto de ser devorado por el agujero triturante del ser humano. Un mundo a su alrededor lo observa maliciosamente, un mundo a su alrededor lo apetece codiciosamente.
Cual epifanía de la naturaleza, este riguroso plátano sabe su funesto destino, grueso como es, será retazado y lanzado inclementemente en una sartén hirviente de aceite; sucesivamente su color cambiará, al antojo del comensal de turno. Todos ansían su sabor, un dorado crujiente y coqueto lo rodea.
Entre aceite hirviendo un cucharón tropieza sus tajadas apartando cada una de ellas, su color dorado y brillante hace que el mundo se desvanezca lentamente.
Luego será servido en un platillo con café con leche, rodeado de mantequilla, mientras observas la tele, para hacerte sentir amado por un instante; haciendo que, por designio de la vida, siempre estés predispuesto a preparar este ancestral, delicioso y humilde platillo.
Paraíso Revoloteante
La soledad de la media noche nos acurruca, bajo higuerones frondosos, guarnecidos de luciérnagas; el tiempo se detiene momentáneamente. El frígido frío, estrellas almíbares y coloridas fugaces cruzan por el lúgubre firmamento, la luna llena espléndidamente lorquiana hace que mis sentidos disputen fragorosamente, tratando de remitir una señal al funcionamiento de mi disoluta alma.
Esta maldita pendencia me tiene al borde de la muerte, agonizo ante el ímpetu de su mirada que penetra rigurosamente en la mía. Mis ojos parpadean lentamente y en sus ojeadas puedo divisar continuamente el vínculo moradero de su amor.
Agarra suavemente mis manos, las aprieta delicadamente en las suyas y un suave beso tropieza en mi muñeca, luego deja caer mis manos e inclina de nuevo su mirada en la mía; sus dedos resbalan lentamente en mi rostro, descubriendo al tacto la lesión que mi novio me había provocado en su ebriedad el día de ayer. Por un instante se detiene, sus manos se sienten frías y sudorosas, energías tristes y melancólicas nos rodean.
–Amor¿ Que te has hecho ahí? –Susurra, manteniendo fija su mirada.
–El canalla me ha pegado. –Protesto tristemente.
–¡Es un completo cobarde! –Me dice hirviendo de ira.
Inclino mi mirada cobardemente.
–Tengo miedo, puede descubrir nuestro amor.
–Tranquila, no llegará nadie aquí. Estamos lejos del pueblo y a mitad de la noche. –Responde.
–¡Te amo!, nunca lo olvides. –Le digo.
Entre relámpagos y tinieblas inclina lentamente su cabeza, sus manos comienzan a levantarse, una caricia tierna tropieza mi mejilla; siento que enormes mariposas revolotean en mi estómago, mi cuerpo comienza a abrigarse, mi alma siente por fin tranquilidad y seguridad. En un segundo, su nariz roza la mía, sus frondosos y delicados labios carmines de a poco tropiezan con mis labios resecos y descoloridos hasta que chocan por completo.
Me siento en un paraíso revoloteante, mi corazón late a mil, mi alma desea angustiosamente que aquel momento nunca termine.
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