Sangre en el cafetal
Traigo conmigo un recuerdo imborrable que vengo a contar, esta historia no es mía, pero sí de mi familia, le ocurrió a mi bis abuelo. Mi abuelo solía contarla cuando reunidos le pedíamos relatos acerca de su vida, entonces nos decía que nuestra estirpe está hecha para resistir y salir adelante, que somos el resultado de las luchas de nuestros ancestros.
"El quince de abril era una noche como cualquier otra, dormía plácidamente en una pequeña cama junto a mi madre, acabábamos de llegar de los cafetales en los que pasábamos la mayoría del día. A lo lejos escuché unos ruidos, no les presté atención y me dormí.
Más
tarde, cerca de la media noche mi madre me despertó ansiosa y preocupada;
yo no entendía lo que estaba pasando hasta que escuché que estaban sacando a
otras personas que trabajaban con nosotros en la recolección de café, solo
escuchaba la voz de unos hombres insultando a un grupo de personas que en su
momento se oponían al partido conservador.
Mi
madre, en la preocupación de que nos fueran a matar se levantó, se vistió de
negro, me puso un camisón negro que me quedaba bastante grande
y salimos por la puerta de atrás de la habitación. –Sígueme y en ningún
momento te separes de mí –me dijo.
Nos
escondimos entre las matas de café, a lo lejos podía ver como esos hombres
sacaban con fuerza a toda una familia, yo era solo un niño de seis años, mi mente no
podía procesar todo lo que en ese momento estaba pasando; los gritos, el llanto
y la desesperación en los ojos de aquellas personas se hacía presente de una
manera muy evidente. Me quedé callado, no había mucho de qué hablar, entre las
matas de café alcancé a observar como uno de los hombres puso a todos en fila
y sacando un arma comenzó a dispararle a cada uno de los miembros de esa
familia.
No
entendía nada, me aferré con fuerza a mi madre mientras
observaba como, en un abrir y cerrar de ojos, la vida de esas personas se
acababa. Pensé que eso sería todo, que se irían una vez verificaran que todos habían muerto pero no, otro hombre se acercó y les volvió a disparar. No
contentos con eso, uno de ellos sacó una peinilla y le corto la cabeza a una
mujer, a la mujer de en seguida sus brazos y piernas, con el siguiente
le abrió la garganta y sacó su lengua por el corte; así siguió con las
demás personas hasta que llegó al último, al cual le quitó la camisa y en la
espalda le marco una X.
Quería
que todo eso acabara, no me gustaba ver lo que tenía frente a mis ojos, la
sangre de las personas ya muertas, algunos no tenían ciertas partes del cuerpo,
y uno de ellos hasta quedó con los ojos abiertos. Miré a mi madre y pregunté: –Mamá
¿Cuándo acaba esto? –Tranquilo, ya pronto nos podremos ir a dormir –contestó.
Por
el miedo de que siguieran ahí nos quedamos un rato más en medio de las matas de café, su sombra se proyectaba sobre
nosotros como espíritus de la muerte. Cerca del amanecer, cuando nos
aseguramos de que "la chusma" ya se había ido de la finca, salimos silenciosamente de las matas, directo hasta nuestra habitación para intentar
dormir.
Al
salir el sol nos levantamos temprano para poder salir a trabajar como de
costumbre. Era una mañana fría, no por el clima, sino porque el ambiente estaba
pesado, miedoso por lo sucedido la noche anterior. Los cuerpos de las personas
ya no estaban ahí, solo había algunas manchas de sangre que no habían
desaparecido con una simple lavada; de todas maneras, ese lugar siempre
estaría marcado con la sangre de cada persona asesinada por culpa de gente con
ambición y sed de poder. Una señora se acercó a mi madre y le dijo:
–Que terrible lo que pasó anoche doña María
–Si señora –dijo mi madre
algo seca.
–¿Cómo le hizo con el
guagua? –preguntó en un tono de voz que se resultó bastante incomodo
–Debo acabar de trabajar
señora, por favor no me interrumpa –respondió fríamente mi madre que no quería hablar de lo sucedido.
¿Quién querría recordar eso?
Una
tarde, en medio de los vientos de agosto, mi madre y yo nos fuimos de aquella
finca dejando con ella todos esos malos recuerdos; aunque solía tener pequeños
momentos en los cuales las imágenes de desesperación de aquellas personas
resonaban fuerte en mi mente… mamá decía que a mi edad no debía preocuparme por
eso, que intentara dejar todo en el pasado.
La recuerdo caminando muy callada, un silencio incomodo nos acompañaba, decidí
romperlo lanzando una pregunta que tenía en mi mente desde aquel incidente:
–¿Madre, la gente puede llegar a ser tan mala? –hubo una pequeña pausa en la que mi madre exhaló, agarró mi mano y respondió: la gente puede llegar a ser peor de lo que piensas".
Hola, me llamo Daniela. Gracias por leerme. Si te gustó mi relato puedes compartirlo, dejar un comentario en el blog o seguirnos.
👏👏👏
ResponderEliminarHola está historia es un más de las que se vive en Colombia cuánto dolor y tristeza dejan los aspirantes al poder en cualquiera que sea .No les importa al ser humano en si no hay respeto a la vida
ResponderEliminarLa triste historia de muchas familias en colombia, las suciedades de una guerra que no nos pertenece pero los afecta. Excelente historia
ResponderEliminarExcelente relato, me encanta que los jóvenes de Samaniego puedan expresarse a través de la literatura.
ResponderEliminar.Es una historia muy triste pero es la realidad. Ojalá un día esto cambie.
ResponderEliminarEl texto está muy bien escrito. Tienes mucho talento. Felicitaciones
Felicitaciones no solo por escribir sino por atreverte a contar historias tan dolorosas que buscan crear conciencia y tolerancia con las víctimas de tanta violencia..
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