El mundo puede esperar.
Me encuentro alucinada, sentada en una agradable banca de roble en el límite de la terraza, esperando su llegada, observando el paisaje de las montañas. Es un hermoso atardecer. Solo pensar que me encontraré con ella me pone nerviosa, alerta mis sentidos. La hora de su llegada se acerca, son las seis.
Ahora han pasado treinta minutos, los más largos de mi vida. A lo lejos mi alma la reconoce y camina con ella. No me lo puedo creer, viene a mí, está a pocos metros. Mi corazón late desbocado, intento calmarlo, es imposible; su mirada me cautiva, sus manos acarician mi rostro y su simple tacto hace que me sienta drogada. Me abraza y me fundo entre sus brazos.
La noche cae y la luna comienza a salir: curiosa, inquieta, como esperando nuestro siguiente acto; ella es testigo de todo lo que aquí pasa, en este mirador mágico que nos incita y atrapa.
Me saludas con tu voz encantadora. Estoy tan nerviosa que ni siquiera las palabras salen de mi boca. Me miras de manera profunda… siento que estoy más roja que nunca. “Gracias a Dios que está anocheciendo” me digo. Mi mirada está en el suelo, tus ojos observan cada acción que realizo y eso me paraliza. Inconscientemente o no (no lo sé), observas mis labios; quisiera hacer lo mismo, pero me da pena, las ganas de besarnos aumentan, el pecado no existe y esto es algo que desde hace mucho queremos hacer. Ahora es el momento.
Acercas tu mano a mi rostro, lo levantas, tus ojos color marrón me hipnotizan, intento hablar, me callas sutilmente con tu dedo firme en mis labios temblorosos. Conectamos miradas, nuestras frentes se juntan y rozamos nuestras narices. Siento tu respiración demasiado cerca, te pegas más a mí, me siento más nerviosa aún. Miras mis labios y me besas profundo, tierno, dulce, intenso. Ninguna de las dos quiere separarse, duramos así unos segundos hasta que la falta de aire nos separa un instante. Siento que mi corazón va a estallar, el tuyo también, ninguna dice algo, las miradas hablaban por sí solas. Estamos bien, estamos juntas, el mundo puede esperar.
Hola, me llamo Nahela. Gracias por leerme. Si te gustó mi relato puedes compartirlo, dejar un comentario en el blog o seguirnos.
El relato del sentir del corazón escrito desde la ansiedad del sentir. Excelente, felicitaciones.
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