15 de agosto
El 15 de agosto del 2020 fueron masacrados 8 jóvenes Samanieguenses y con ellos la esperanza y la sonrisa de todos los jóvenes. Ocho familias y un pueblo enterraban a sus hijos con el corazón en la mano. Alguien había arrebatado las ilusiones que sus familias guardaron al verlos nacer y crecer.
Todo comenzó como una reunión de amigos, un grupo variado
pero unido por lazos de amistad, deporte y estudio. Un sol resplandeciente y un cielo azul intenso acompañaban la jornada. El verde de la naturaleza los rodeaba, y la
energía de la juventud impregnaba el ambiente. Un día que prometía ser
especial, lleno de esperanza en medio de una pandemia que los había
obligado a encontrarse de manera imprevista.
Geral, había decidido unirse a sus amigos temprano en la bomba de
Catalina. Oscar y Sebastián compartían sus mismos planes. Después
de un par de cervezas, decidieron dirigirse a la casa de la abuela de Oscar, en
la vereda Santa Catalina. Ya su madre le había dado permiso a Oscar y a las tres de la tarde
comenzaron su ida al lugar.
Geral, luego de regresar a casa para arreglarse, cenó y
subió alrededor de las cinco, con Vale, su amiga. Mishelle, su
hermana, quiso unirse a la reunión, lo que llevó a Geral a pedirle a Cuaran, su
amigo, que le prestara su moto. Vargas y su pareja que también hacían parte del
grupo pasaron a recogerla. La tarde avanzaba y la música, la risa y las
historias se entrelazaban con el atardecer.
La noche caía y la diversión continuaba. Todos disfrutaban
de la compañía, sin sospechar que un giro del destino cambiaría sus vidas. Eran las nueve cuando Geral y Mishelle decidieron
irse, pero como a menudo ocurre en reuniones de amigos, siempre hay un motivo
para retardar la despedida; un tema recurrente en las charlas que prolonga la velada. Fue así como Geral se sumergió en una última canción antes de ir por la moto.
Geral y su grupo se disponían a retirarse. Vale, decidió quedarse un poco más. Mishelle descendió a pie mientras Geral esperaba a que Andrés terminara su conversación con "Domeco", de todos el más cariñoso y de linda voz.
En medio de bromas y risas, un evento macabro llegó a sacudir la noche. Personas encapuchadas emergieron de la parte trasera de la casa, y el estruendo de disparos quebró la paz. En cuestión de segundos, la alegría se desvaneció, reemplazada por el terror y la confusión. Mishelle, que había caminado unos pasos, se detuvo en seco al escuchar los disparos y los gritos. Intentó mirar para atrás, pero su pareja no la dejó y la haló hacia la derecha, allí había una casa cubierta por árboles y arbustos. Huyeron como pudieron, se escondieron en la primera casa que encontraron; desde ese lugar solo podían ver la luz de la casa contigua. Geral miró el primer encapuchado, salió con un fusil apuntando mientras estacionaba la moto. Los intrusos irrumpieron en la reunión. Nadie podía entender lo que estaba sucediendo. El silencio se apoderó de la escena, interrumpido solo por los lamentos, gemidos y corazones que latían con miedo. Nadie sabía por qué estaban allí ni qué les deparaba el futuro. Solo quedaba pedir perdón por todo, por algo, por nada. Se persignaban y suplicaban a Dios misericordia en el más absoluto silencio.
La noche era fría, oscura y todo era confuso, los sicarios entraron
gritando ¡Quietos todos!, ¡al piso!, ¡no corran! Esto pasó en cuestión de
segundos, una eternidad para quienes lo vivieron. Comenzaron los disparos, ráfagas incandescentes se apoderaron de ese escenario
de muerte. Como pudo, Geral alzó la mirada por un segundo, quería saber que pasaba con
sus amigos, a su lado cayó un cuerpo, no
sabía si fue “Domeco” o “Campitos” –dos de los muchachos asesinados esa noche–,
así les llamábamos de cariño. Todo sucedía a su lado.
Presa del pánico pensaba que los iban a matar a todos. En
un momento sintió como un “golpe” en su espalda, se asustó, pensó que le habían
dado y que a causa de la adrenalina no había sentido dolor, por gracia de Dios el
tiro había pegado en la moto y una esquirla al parecer rozó su cuerpo.
En un momento, los agresores parecieron detenerse, llenando
el aire de un silencio inquietante que permitía escuchar llantos, gemidos,
dolor, angustia y corazones palpitando a mil; pero nadie hablaba, todos
esperaban aterrorizados su muerte. ¿Qué habían hecho? ¿por qué ellos? ¿Qué mal
le causaban a la sociedad? No había respuesta
alguna, solo quedaba pedir perdón por todo, por algo, por nada. Persignarse y
pedir a Dios clemencia, todo en el más absoluto silencio.
Luego, los atacantes cambiaron a los sobrevivientes de
lugar, mientras Geral sentía el frío cañón de un arma presionando su frente. Después,
la dejaron caer en un campo donde yacían sus amigos, todos llorando en medio
del caos. La confusión era tal que ni siquiera sabía si la habían golpeado ellos o había sido Andrés, quien estaba a su lado. En un acto desesperado, Andrés
cerró los ojos y pronunció su nombre, diciendo “yo no soy”, ya que parecían
estar buscando a alguien en particular. Comenzaron a sacar a los chicos de los
baños, piezas y todo rincón de la casa, después se fueron de manera normal, por
la carretera.
La noche envolvió a Samaniego en oscuridad y muerte, mientras Geral se sobresaltaba al darse cuenta de que su hermana había tomado el mismo camino que los asesinos poco antes. Como pudo tomó fuerzas y se paró. Todos le gritaban que se agache, ella gritó que todo había pasado. En este breve momento, solo se escuchaban gritos desgarradores, voces roncas y desfiguradas por el dolor de lo ocurrido pidiendo auxilio, ¡Están muertos, ayuda, llamen a la policía, a la ambulancia! Geral y su pareja entendieron que era hora de salir, buscar señal de celular para pedir ayuda, informar lo sucedido. En poco tiempo el resto del grupo ya estaba a su lado.
Mishelle corrió
hacia la casa contigua donde se encontró con su hermana cubierta de sangre de pies a
cabeza. La escena era espantosa, Mishelle buscaba frenéticamente
señales de heridas en el cuerpo de su hermana Geral que, aunque tambaleante,
afirmaba que estaba bien. Pero la confusión no terminó ahí, la pareja de
Mishelle preguntaba por su primo y comenzó a buscarlo. Lo hacían frenéticamente, explorando cada rincón del patio y la casa, sin éxito. Mientras
avanzaban, pudieron ver a los muchachos heridos, moribundos, algunos
inconscientes y otros heridos, mientras el olor a sangre y pólvora llenaba el
aire, provocando náuseas y desasosiego, ya nada era igual ni volvería a serlo.
Geral, todavía en estado de shock, se vio consumida por la
magnitud de la tragedia. Sus lágrimas fluían sin descanso. El horror que habían
vivido se reflejaba en los rostros de todos. Luego, dejándose llevar por su
instinto de supervivencia, encuentra a Oscar, agonizando; nadie en la vida está
preparado para esto, solo atinó a decirle que intentara respirar mientras
buscaba ayuda, se abrió paso entre los cuerpos y entró en la casa, se encontró
con la angustiosa escena de una cocina oscura donde sus primas se habían
refugiado con llave. Afortunadamente, ambas estaban ilesas. Les dijo que Oscar
estaba muy grave, que por favor le ayudaran, entre las sombras alcanza a observar el cuerpo
de Cuaran su amigo de toda la vida y no puede más, su alma se quiebra. El primo que buscaba la pareja de Mishelle se había tirado a un rio, saliendo por la parte de la bomba de Catalina, afortunadamente él también se salvó.
Hubo un momento donde todos se quedaron mirando. Tratando de entender lo que había pasado, o por qué había pasado. Intentando darse consuelo o decidir qué hacer. Luego, como si de manera tácita hubieran decidido lo mismo, bajan su vista al suelo para observar el terror de la muerte y convencerse de que lo sucedido no era una pesadilla, sino una espantosa realidad. Luego, hubo otro instante donde todos se miran y como si hablaran con las miradas, comienzan a salir en moto. La moto de Mishelle y Geral tenía un tiro en la llanta, así que Geral sale sola y Vale lleva a Mishelle.
Al llegar al pueblo, lavan sus manos y
toda mancha de sangre en su cuerpo. Luego, al igual que todos, se dirigen a urgencias, cargados de sentimientos indecibles; a Mishelle la habían confundido con la difunta Michelle, ya
que, además de coincidir con el nombre, tenían características físicas
similares: ojos cafés, pecas, un tono de piel muy claro y cabello rubio. Esta
confusión alarmó a sus padres que llegaron a pensar que su hija también había
muerto. Mishelle recibió mil llamadas, pero sus nervios le impedían actuar,
después de varios minutos logró reaccionar, salir de su aturdimiento y le dio aceptar a la llamada de su prima Yesica, que estaba conmocionada por todos los
comentarios que circulaban en redes. Así se pudo tranquilizar a su familia, Mishelle y Geral estaban vivas.
En urgencias del hospital los familiares de los ocho chicos
recibían las desgarradoras noticias, mirar a las madres soltar lágrimas y gritos desesperados
pidiéndole a Dios un milagro, observando a través de la ventana si los chicos respondían a las reanimaciones fue una experiencia estremecedora; escuchar por última vez un “te amo mamá”, mirar luego como tapaban el cuerpo de sus
hijos con una sábana blanca, tener que recibirlo y sepultarlo.
Todos ocho fueron conmemorados y enterrados a la misma
hora, hora nefasta donde Samaniego estuvo cubierto por un manto de tristeza,
dolor, y desesperanza.
Los sobrevivientes y sus familias enfrentaron un desafío abrumador, y Samaniego se sumió en la tristeza y la incertidumbre. Los jóvenes esperamos que el dolor de esta masacre no resuelta del todo, sirva como un recordatorio poderoso de la importancia de brindarnos oportunidades en un entorno de paz y prosperidad, de modo que podamos perseguir nuestros sueños sin temor a la violencia. La amistad y el apoyo mutuo se erigen entre nosotros como un faro de esperanza en medio de la oscuridad, recordándonos que la unión y el cuidado son fundamentales para superar las peores adversidades. Samaniego no volvió a ser el mismo, pero en su historia queda el legado de quienes merecieron un futuro mejor, una lección que todos deberíamos tomar en cuenta.
Que dolor, aún recuerdo este triste día
ResponderEliminarTriste recuerdo de uno de nuestros peores momentos como sociedad. Cuando los jóvenes se encargan de preservar la memoria colectiva a partir de la escritura, los mayores debemos asumir el compromiso de mejorar sus oportunidades para que puedan crecer en paz. Este texto invita a una reflexión de todos como sociedad.
ResponderEliminarEs muy triste recordar ..pero así fue ..en mi bello samaniego ..
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