Despedidas.


Era un día como cualquiera hasta que miré tus ojos, eran tristes, mi instinto me decía que hiciera algo. Realmente no sabía qué, era muy pequeña para entenderlo, apenas tenía catorce años.

Comenzamos a hablar, nos contamos todo, con el paso de los días nos volvimos mejores amigas; creía que el cariño que por ti sentía era por la fuerza de la amistad construida, no fue así. Eran días alegres, las dos éramos felices juntas, durante el tiempo compartido me di cuenta que nuestra forma de mirarnos había cambiado bastante y era maravilloso. Lastimosamente todo lo bonito tiene dificultades y las pruebas de nuestra amistad no faltaron, fue allí cuando descubrí que me estaba enamorando de ti.

Días después la situación cambió para mí, me encontraba confundida, desubicada emocionalmente, peleaba con mis padres, solo quería estar contigo. Eras tú quien me daba fuerzas para seguir; en mis días malos siempre estabas ahí, animándome. Estar contigo en el conservatorio era la mejor parte del día, podía ver tu sonrisa, verte feliz me hacía feliz.

Recuerdo que ese año ganamos el Concurso de Bandas, primer puesto en categoría básica, ¡fue un gran día!; lloramos, festejamos… fue grandioso. Me sentía feliz de tenerte conmigo. En septiembre del mismo año fue el Concurso Nacional, en Paipa, aunque virtual por la pandemia. No ganamos, pero fue una experiencia que nunca olvido.

Sin darme cuenta ya era el día de mi cumpleaños, dos de abril. El día mis quince. En la mañana me escribiste deseándome un feliz cumpleaños. La fiesta fue en la noche, te esperé, nunca llegaste. Recuerdo que al terminar la celebración me encerré en el cuarto y lloré hasta quedar dormida.

El siguiente día fue como cualquier domingo. En la noche me escribiste. Dadas las circunstancias me daba igual; estaba dolida, aunque eso no me impidió responder tu mensaje. Era para contarme algo que te había pasado con tus amigos. Ese día, en compañía de mis padres y mi abuela, contamos el dinero recolectado de la fiesta, lo suficiente para completar lo de mi celular, ¡estaba tan emocionada! Después de la fiesta hablábamos como si nada y la semana pasó igual… clases, tareas, escuela de música y ayudar en casa a mi madre a cuidar mis hermanos.

Pasaron los meses y en la escuela de música los días se hacían cada vez más pesados, nuevamente estábamos cerca al Concurso de Bandas, teníamos que montar las obras de concurso, los ensayos eran mucho más largos, de tres a cuatro horas de lunes a viernes y a veces los días sábados. Fue como una revelación, en esos dos últimos meses me di cuenta que realmente me había enamorado de ti, y supe también que jamás lograríamos ser más que amigas.

A ti te gustaba alguien más y saber eso me dolía; los ensayos se convirtieron en una tortura para mí, me tenían agotada. En las noches no podía dormir, me la pasaba mirando videos en Tiktok, intentando conciliar el sueño. Las horas se hacían eternas, algunas noches la luna alumbraba con mucha fuerza, otras ni siquiera aparecía, en otras llovía, a veces fuerte, a veces despacio. Unas noches lloraba a cántaros, otras solo me quedaba pensando. También hubo noches en que terminé con fuertes ataques de ansiedad, incontrolables, en los que jamás llegue a decir algo a alguien, por pena propia, por orgullo, porque hay una frase “maldita” que me acompaña siempre: “Yo puedo con todo y no necesito de nadie”.

Hablar contigo era todo lo que tenía en ese momento, pero me di cuenta que mis sentimientos y pensamientos me harían terminar muy mal. Para entonces ya había intentado suicidarme, no una sino varias veces.  Estuve una semana o dos discutiendo conmigo misma si era buena idea hablar con alguien sobre ti, necesitaba sacarlo todo. Me di ánimos, agarré fuerzas y le escribí a una personita que se había ganado mi confianza en poco tiempo, Sara. Reservada y cariñosa como ninguna.

[Chat con Sara]

Yo

Hola, ¿Cómo estás?

Sara

Hola, ¿bien y tú?

Yo

Bien, oye quería que habláramos sobre Luisa 

Sara

Claro, dime

Yo

Es que mira, lo que pasa es que ya te había contado algo…

Sara

Si, ¿sucedió algo?

Yo

Suceder no, pero es que siento que ya no puedo ocultarlo más,

me es difícil seguir guardando lo que siento por ella 

Sara

No sé qué decirte, ¿pero sabes si Luisa siente lo mismo por ti?

Yo

No, a ella le gusta alguien mas 

Sara

Yo digo que es bueno que le digas lo que sientes

Yo

Pero dañaría nuestra amistad y no quiero eso 

Sara

Pero tú tampoco te puedes guardar tus sentimientos hacia ella

Yo

Ps sí, pero no pienso decirle nada, además solo somos amigas, a ella le gusta alguien más y ese alguien no soy yo 

Sara

Ps si, pero debes decirle o esto se pondrá peor para ti.

Yo

Ay ya no sé qué pensar, ni siquiera he podido dormir, ¡que estrés!, además mañana tengo evaluación de inglés y no he estudiado nada, que pereza. Mejor mañana seguimos hablando de eso, en música 

Sara

Ok, descansa, mañana me cuentas que piensas hacer 

Yo

Sip ya mañana te digo, descansa bye

Esa noche me quedé reflexionando sobre lo que habíamos hablado y aunque Sara tenía razón, realmente no estaba mentalmente preparada para decirle algo, siempre he sido una persona insegura y penosa. De la nada empecé a llorar, sentía que el mundo se derrumbaba en mí, luego me levanté, me acosté en la cama y dejé el cuaderno a un lado.

Al día siguiente las clases pasaron normal, a la salida me encontré a Sara que me recordó que teníamos que hablar sobre lo de anoche, cuando nos viéramos en el conservatorio. Aunque me había levantado bien, algo por dentro me inquietaba y me infringía un gran dolor, quería llorar.

Llegué temprano al ensayo, armé mi instrumento y empecé a hacer tiempo haciendo escalas, ensayando un poco la partitura que nos habían entregado el día anterior. Luisa no llegaba y yo estaba al borde de las lágrimas así que paré de tocar.

Sara me hizo una señal de que teníamos que hablar, yo asentí con la cabeza. Empezamos a hacer tiempo hasta que todos se fueron y hablamos; afuera del conservatorio se escuchaba mucho ruido, de pitos y gente gritando. Sara me dijo que tenía que decirte todo. Yo le reproché, le dije que no, porque eso me haría perder tu amistad y lo que menos quería era eso, Sara se enojó y me dijo: “solo te digo esto, no diré más: "si no le dices lo que sientes, te arrepentirás luego y tendrás que alejarte a la fuerza, y eso te dolerá de una manera indescriptible, por mucho, mucho tiempo”, dicho eso se fue. 

Nunca más la volví a ver. Una riña callejera había comenzado a la salida del conservatorio, producto de un choque automovilístico. Cuando Sara salía del lugar una bala perdida acabó con su vida.

Hoy, quince años después, mientras conduzco el carro para dejar a mi hija en su primer día de escuela las recuerdo, es mágico pensar cómo a través de mi hija puedo llegar a ustedes. Las pienso y extraño a diario, a ti Sara porque a tu corta edad parecías entender todo del amor, tus últimas palabras fueron premonitorias. Me advertiste que no podría olvidar a Luisa. Y a ti Luisa, mi amor imposible, aunque lo nuestro nunca pudo ser, me gusta saber de ti de vez en cuando, en especial cuando visito el pueblo. Le he puesto tu nombre a mi hija, para sentirte cerca, para susurrarte en mis recuerdos, para tener tu nombre siempre pegado a mis labios. 


        Hola, me llamo Nahela. Gracias por leerme. Si te gustó mi relato puedes compartirlo, dejar un comentario en el blog o seguirnos.

Comentarios

  1. Una historia conmovedora y reveladora. El amor no tiene edad ni sexo, no discrimina. Felicitaciones.

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