Mi espíritu será tu sombra
Mi historia comienza el último año de bachillerato, con ella entrando al salón. Era una joven de cabello largo y rizado, alta y delgada, en su rostro angelical había algo inexplicable que me llamaba la atención, algo que me atraía. Era la mujer más hermosa que había visto en mi vida; al menos eso pensaba, poco a poco fui descubriendo a Camila Gomez y su verdadera personalidad.
El día en que la conocí fue el más feliz de mi vida, se presentó delante de mis compañeros y luego se sentó a mi lado. La maestra organizó parejas para trabajar un taller de biología y Camila y yo tuvimos que realizarlo. Así pude ver su hermoso rostro y sus ojos más de cerca.
—¿Cómo te llamas? —me preguntó.
—Soy Luis, gusto en conocerte.
—Soy Camila y tengo 16 años —dijo mirándome a los ojos.
Su mirada era hermosa, sobrecogedora y misteriosa; el color de su ojo derecho era distinto al izquierdo. Aunque con vergüenza no dudé en preguntarle el porqué del color diferente de sus ojos.
—Ah, es que nací con heterocromia —me contestó con disgusto.
Su extraña combinación visual entre miel y azul me fascinaba. Nuestra conversación siguió, me habló de su familia, amigos, dónde vivía y demás cosas. Confieso que nunca había sentido tanta confianza al estar al lado de una mujer. Terminamos la tarea y sacamos una buena calificación. Pasaron tres meses, salíamos por la tarde al parque y en uno de esos atardeceres le pedí que fuera mi novia.
Allí marqué mi destino. Nunca imaginé que la persona que creí amar fuera un ser tan malvado. Terminamos el bachillerato, cumplimos seis años de novios y nos casamos.
Al cumplir tres años de casados empezó a portaste muy rara, ya no era atenta y cariñosa, ahora se había vuelto fría, distante, impenetrable. Un día mi amigo Didier me contó que la miró entrando en un hotel en compañía de otro hombre. No quise creerle. Me parecía imposible que Camila me estuviera siendo infiel. Decidí seguirla y pude comprobarlo ¡cuánta razón tenía Didier!, Camila me engañaba con mi propio hermano. Nunca perdonaré a los dos. Desde ese día mis pensamientos estaban las veinticuatro horas del día en ellos. A partir de allí fui muy infeliz, un alma en pena.
Ahora me dedico a fastidiar su vida, me convertí en su pesadilla. A veces pienso que lo estoy logrando y hasta me parece divertido. Ya han pasado treinta años y Dios no me perdona el haberme quitado la vida; pero acá se prende a tener paciencia, así que acá te espero mi cara de muñeca... entre tanto seguirás pagando en vida el haberme engañado.
Hola, me llamo Sarita. Gracias por leerme. Si te gustó mi relato puedes compartirlo, dejar un comentario en el blog o seguirnos.
Creo que nadie debe morir por nadie en especial sino lo merece la pregunta es porque le fue infiel en que falló Luis
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