Un cuerpo perfecto

    La he visto pasar desnuda por el patio, y aunque todo resulte una historia larga y difícil de contar, debe usted saber que se trata nada más y nada menos que de la dama más bella de mi ciudad, una mujer que ante los ojos de todos, es la perfección.

    Tiene algo particular y es que no habla con nadie, eso hizo despertar en mí una inmensa curiosidad, y aunque he tratado de hacer que parezca casualidad el encontrarla en algún lugar, sucedió un día, que después de varios intentos fallidos, me lanzó un “hola” el cual terminó de acentuar mi deseo de conocer su verdad.  

    Poco a poco nos fuimos conociendo, ella me habló de su vida causándome mil confusiones. Ser la “mujer perfecta” no era fácil para ella, ¡ni siquiera era lo que deseaba! Era su madre quien la obligaba a ponerse un corsé tan pequeño como su mano.  Al poco tiempo descubrí que su piel no es tan clara como se mira a lo lejos; también descubrí que es su madre quien la obliga a usar kilos de maquillaje al igual que lentes muy claros y tacones de quince centímetros.

    Ahora entiendo que al pasear su cuerpo perfecto, casi desnudo por el patio, no lo hace para exhibirse, lo hace para respirar, para librarse de corsés y maquillajes que la ahogan, pues esa sensación de libertad no la puede comparar ni con todos los diamantes del mundo.

    En horas de la mañana su madre no está despierta para juzgarla, yo la miro, la contemplo, no la juzgo, solo la entiendo.

        Hola, me llamo Danna. Gracias por leerme. Si te gustó mi relato puedes compartirlo, dejar un comentario en el blog o seguirnos. 

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